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Una perspectiva crítica de SOFI 2017

Tan solo unos días antes de que dé comienzo el cuadragésimo cuarto periodo de sesiones del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, FIAN International publica su evaluación sobre el estado de la inseguridad alimentaria y nutricional (SOFI) 2017, y señala las causas estructurales de las violaciones del derecho a la alimentación y la nutrición.

El aumento en el número de personas que pasan hambre, sumado al incremento en cuatro del número de países que sufren hambruna, nos demuestra claramente que no estamos siguiendo el camino adecuado para acabar con el hambre, en contra del ambicioso plan propuesto por los Estados Miembros de la ONU en su agenda para 2030. Damos la bienvenida al formato revisado de SOFI este año, con la introducción de indicadores importantes como el retraso del crecimiento, el sobrepeso y la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES), ya que se consigue representar un panorama más completo de la situación actual.  Sin embargo, el informe no aborda las causas más profundas del hambre y la malnutrición, obviando los modelos dominantes de producción y el controvertido papel desempeñado por las corporaciones en la conformación de los hábitos alimenticios.

La situación actual del hambre en el mundo no es nada nuevo. Tal y como se recoge en el Observatorio del Derechos a la Alimentación y la Nutrición de este año “Vencer la crisis alimentaria mundial", las crisis no se generan instantáneamente, sino que se trata de fenómenos multidimensionales que surgen de una discriminación histórica y de las desigualdades estructurales en los ámbitos político, económico y social. La crisis de 2007/2008 que sacudió al mundo entero en realidad nunca se fue y sigue persistiendo en 2017, tal y como demuestran la preponderancia de una grave inseguridad alimentaria y los desafíos que siguen enfrentando millones de personas a la hora de realizar su derecho a la alimentación.

Nuevos y viejos indicadores

Se han añadido al informe varios indicadores adicionales que miden la seguridad alimentaria mundial, incluyendo los tres indicadores de los ODS relacionados con la desnutrición infantil: retraso del crecimiento, pérdida de peso y sobrepeso. Desafortunadamente, estos indicadores no tienen un peso suficiente en el análisis, ni están lo bastante integrados en la comunicación de los resultados. Si bien se establecen vínculos importantes entre dichos indicadores y algunas esferas clave como la educación y los servicios de salud, sigue siendo necesario examinar más de cerca los obstáculos (por ejemplo, los sistemas patriarcales dominantes) que impiden el acceso a la alimentación y a los recursos naturales necesarios para la producción de alimentos.

La Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES) también ha sido una importante incorporación en este año. Partiendo de entrevistas directas con personas adultas para medir la capacidad de sus familias para acceder a los alimentos, FIES ha logrado mejorar la evaluación, ya que también se abordan la ansiedad provocada por la inseguridad alimentaria y los hábitos a nivel individual y familiar. Sin embargo, el informe tiende a presentar exclusivamente la inseguridad alimentaria más severa, a pesar de que el indicador 2 de los ODS también pretende monitorear la inseguridad alimentaria moderada, que es una realidad que enfrentan comunidades de todo el mundo, tanto en el hemisferio sur como en el norte.

La mayoría de los sistemas de monitoreo de la inseguridad alimentaria se basan principalmente en la medición cuantitativa de la ingesta de calorías, de los ingresos y los gastos relacionados con la alimentación, o de la producción agrícola entre otros, centrándose en los resultados a nivel individual y doméstico. Esto incluye como el indicador de referencia ‘Prevalencia de la Subalimentación (PoU, por sus siglas en inglés)’, que sigue siendo utilizado en el informe SOFI como determinante central del hambre a nivel mundial. El indicador PoU fracasa a la hora de mostrar una imagen completa de las personas que sufren hambre y desnutrición en todas sus formas, y además no interactúa con las causas fundamentales del hambre.

Ignorando la “huella dejada por las empresas"

El informe sostiene que el creciente número de conflictos y perturbaciones climáticas se sitúan en gran parte detrás del aumento de los niveles de hambre y malnutrición, junto con los crecientes índices de desempleo y el deterioro de las redes de protección social. Sin embargo, en el informe no se aborda la creciente influencia de las empresas en todos los niveles, incluso en la producción de alimentos y los hábitos de consumo.

Dicho descuido puede ilustrarse con el análisis del indicador de sobrepeso. Aunque este indicador, como un tipo de desnutrición, es una adición importante en el informe, no se hace suficiente hincapié en las causas fundamentales que lo desencadenan, las cuales van más allá de los hábitos alimenticios. El exceso de peso puede producirse como resultado del cambio de los hábitos alimenticios inducido por la pobreza. Sin embargo, SOFI no abordar la economía política de los sistemas alimentarios industrializados, el acaparamiento de los recursos naturales o la influencia de las empresas a través de campañas de marketing y procesos políticos.
Una conclusión similar puede extraerse con el análisis del nuevo indicador "lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses". Aunque su inclusión es ampliamente aceptada, en el informe no se definen la captura corporativa de los mercados ni la publicidad como obstáculos para la lactancia materna, siendo esta un componente fundamental para lograr el derecho a la alimentación y los derechos de las mujeres.

Necesitamos unos sistemas de monitoreo realmente basados en los derechos humanos

Incluso en su nueva metodología revisada, SOFI sigue sin abordar los asuntos de discriminación relacionados con el estatus socioeconómico, el género o la raza/etnicidad, la privación de derechos, los patrones de propiedad y acceso a la tierra, del trabajo y el capital, dejando de lado evaluaciones más cualitativas del bienestar y las capacidades humanas. Las personas afectadas por la inseguridad alimentaria y la malnutrición tienden a convertirse en meros objetos de monitoreo, en lugar de sujetos con voz propia a la hora de definir lo que debe monitorearse y cómo debe llevarse a cabo. Por el momento, ni SOFI ni los ODS han desarrollado un indicador que mida el grado de concentración de la tierra o la contaminación de los recursos hídricos, elementos fundamentales que impiden la realización del derecho a la alimentación.

Los instrumentos de derechos humanos están siendo cada vez más utilizados por los movimientos sociales, no solo para defender a sus miembros de graves abusos y violaciones de los derechos humanos, sino también para desarrollar unas políticas y legislaciones públicas que permitan crear las condiciones estructurales necesarias para el ejercicio de los derechos sociales. Es por esto por lo que el monitoreo basado en los derechos humanos dentro de los espacios políticos, en particular el mecanismo de monitoreo innovador del CSA, sería fundamental para dar voz a las comunidades más afectadas de manera desproporcionada por el hambre, así como para abordar de una vez por todas las desigualdades estructurales que se ocultan tras los datos.

Para obtener realmente una visión completa del estado del hambre que incluya sus causas fundamentales, las agencias de la ONU que publican SOFI deben crear un espacio para el diálogo político en el que se vuelvan visibles las personas sobre las que se sustentan los datos.

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Podrán obtener una mayor información sobre el monitoreo popular del derecho a la alimentación en el siguiente enlace aquí.
Si desean una mayor información, por favor, pónganse en contacto con mattheisen[at]fian.org
Los medios de comunicación deben ponerse en contacto con delrey[at]fian.org