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Solidaridad, no a la explotación: apoyamos a quienes trabajan en el sector alimentario, desde el campo a la mesa

En la última edición de Supermarket Watch, FIAN, GRAIN y StreetNet International destacan a los trabajadores, principalmente de la economía informal, que producen, procesan y sirven alimentos a la gente, pero a los que se pasa por alto de forma persistente.

A principios de mayo, en el Día Internacional de los Trabajadores, celebramos la fuerza y los sacrificios de los trabajadores de todo el mundo. Sin embargo, en esta edición de Supermarket Watch nos centramos en los millones de trabajadores que trabajan para producir, procesar y servir alimentos a la gente, la mayoría de ellos en la economía informal.

Pero hay gente que trabaja y que es permanentemente ignorada: aquellos millones que laboran para producir, procesar y llevar a las personas sus alimentos, quienes en su mayoría forman parte de la economía informal. Ya sea que hablemos del campesinado en Perú, gente que vende en las calles de Zimbabue o que reparten comida en India, las personas que trabajan en todo el sector alimentario – en producción, procesamiento, distribución o preparación – son esenciales para llevar el alimento hasta la mesa de la población y, sin embargo, siguen estando entre las personas más explotadas del mundo.

Pueblos campesinos y las agricultoras y agricultores “sin tierra” a menudo son expulsados a la fuerza de sus tierras ancestrales por la agricultura industrial o son despojados debido a la crisis climática y la eco-destrucción y deben luchar para sobrevivir. Muchas personas migran para convertirse en mano de obra mal pagada e indocumentada en la agricultura industrial de países más ricos. Estas son las personas que trabajan invisibilizadas, recolectando fruta, cosechando hortalizas y empacando carne para consumidores remotos – habitualmente sin acceso a la salud, a la protección legal o al derecho a sindicalizarse.

En las ciudades, las personas que venden en las calles y en los mercados, muchas de las cuales son mujeres, enfrentan persecución y violencia todos los días. Aunque proveen alimentos nutritivos y asequibles a las comunidades de bajos ingresos, siguen sin ser reconocidas como trabajadoras y trabajadores que entregan servicios esenciales y, generalmente, no tienen acceso a ninguna protección social.

También están las trabajadoras y trabajadores que reparten alimentos que dependen de plataformas digitales, gobernadas por algoritmos que prometen libertad y eficiencia, pero solo les ofrecen inseguridad, sanciones arbitrarias y un pago miserable.

Los alimentos nos conectan a todos, pero las personas que los producen y proveen son habitualmente invisibles. Su labor es considerada “no calificada”, sus luchas son ignoradas y sus organizaciones son suprimidas. En el mes en el cual celebramos el Día Internacional de los Trabajadores y Trabajadoras, debemos asumir el costo humano de nuestro sistema alimentario cada vez más en manos de las corporaciones, explotador y profundamente desigual. Cada ración de comida es posible gracias a trabajadoras y trabajadores cuyos derechos – al descanso, a organizarse, a vivir con dignidad – son negados demasiado a menudo. La gran mayoría de la gente que trabaja en el sector de alimentos en el Sur global, y muchos en el Norte global, no tienen acceso a una protección social básica. En relación a las pensiones de jubilación, por ejemplo, después de décadas de un trabajo arduo, campesinas y campesinos, gente de la pesca, personas que trabajan en actividades agrícolas y vendedores y vendedoras de alimentos en casi todo el Sur global no tienen una jubilación o solo reciben una miseria.

La soberanía alimentaria no puede estar disociada de la justicia laboral. Esto implica salarios justos, condiciones de trabajo saludables y seguras, protección social y negociación colectiva. Para los millones de personas que trabajan en la economía informal, también significa asegurar sus derechos a la total protección legal y social y a la participación en la elaboración de políticas. Esto es posible de hacer, es más, ya hay casos en países del Sur global donde los gobiernos, a menudo presionados por los movimientos sociales, han promulgado sistemas públicos de pensiones, diseñados para brindar una jubilación digna a las campesinas y campesinos y sus familias. En la próxima 113ª. reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo en Ginebra, los gobiernos y las trabajadoras y trabajadores de todo el mundo discutirán las normas tanto para las personas en la economía informal como para aquellas que están en la economía de plataformas digitales. Es de vital importancia que las necesidades e intereses de quienes trabajan en el sector alimentario, en toda su diversidad, sean un tema central en estas discusiones.

¡Luchemos unidas y unidos por un sistema alimentario basado en la solidaridad, no en la explotación!

Para más información, póngase en contacto con Laura Michéle michele@fian.org

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