SOFI 2021: Rastreando el hambre pero ignorando los problemas de raíz
Un nuevo informe de la sociedad civil subraya cómo el Covid-19 ha sacado a la luz las ya existentes desigualdades del sistema
¿Es posible solucionar los problemas sin conocer las causas que los han originado?
Identificar los obstáculos, pero ignorar o no ser claro con relación a las causas que se encuentran al origen parece ser una constante en el informe anual sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI), desarrollado por la Organización para la Alimentación y la Agricultura, la Fundación Internacional para el Desarrollo de la Agricultura, el Fondo de la ONU para la Infancia, el Programa Mundial de Alimentos y la organización Mundial de la Salud.
En su quinto informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo, lanzado la semana pasada, las llamadas instituciones de la ONU han monitoreado de nuevo los avances para poner fin al hambre y a todas las formas de malnutrición, anticipando una clara conclusión: no estamos en el camino para alcanzar los objetivos de hambre cero para 2030 fijados por los ODS y adoptados por la ONU en la Asamblea General de 2015.
El informe recoge que el pasado año la cifra de personas que sufren hambre sumó 161 millones personas más durante la pandemia del Covid-19, llegando a un total de 811 millones, lo que supone cerca de una de cada tres personas o, lo que es lo mismo, 2370 millones de personas en todo el mundo no tuvieron el pasado año acceso a una alimentación adecuada.
El SOFI no pretende cambiar las causas del hambre en los sistemas de alimentación
El informe SOFI describe la situación como “desoladora” y “preocupante”, así como indicadora de que “nos estamos moviendo en la dirección equivocada”. Pero lo que resulta más alarmante es la apresurada generalización que el informe hace, colocando a los conflictos, al cambio climático y a las crisis económicas como los “principales motores” del hambre y la malnutrición.
Laura Michéle, responsable del programa para la nutrición y los sistemas de alimentación de FIAN Internacional, ha señalado que, si bien el informe actual menciona las desigualdades como un factor crucial del hambre y la malnutrición, el SOFI ignora las desigualdades existentes dentro del sistema de alimentación industrializado global.
Esto sucede a pesar de que el sistema de alimentación dominante es causante del surgimiento de enfermedades zoonóticas como el Covid-19 y, mediante la promoción de alimentos ultra procesados y el abuso de pesticidas, debilita el sistema inmunitario de la población y la hace más propensa y vulnerable a enfermedades.
Lo que hace que el informe SOFI suene aún más “extraño”, según subraya Michéle, es la lógica subyacente sobre la cual el sistema alimentario debería ser transformado por un sistema más resistente a los principales motores del hambre y la malnutrición, y no porque el sistema en sí sea la causa principal del hambre y la malnutrición, al igual que lo son el cambio climático, la destrucción ecológica, la desaparición de la biodiversidad y la violación de los derechos de las comunidades campesinas, indígenas y de los trabajadores/as.
El SOFI se compromete con soluciones ‘problemáticas’
Este error al abordar el papel que el sistema alimentario industrial tiene en el hambre y la malnutrición ha desencadenado en un informe que propone soluciones muy problemáticas para la transformación de los sistemas alimentarios, centradas en tecnologías, datos y en la integración de los productores a pequeña escala en las cadenas de producción mundiales.
Como consecuencia, esto no hará más que consolidar el dominio de las corporaciones sobre los sistemas alimentarios y debilitar los esfuerzos dirigidos hacia una transformación real construida sobre una producción de alimentos a pequeña escala, local, diversificada y agroecológica.
Mientras el informe SOFI presenta diversos casos que subrayan el papel fundamental que juegan los sistemas alimentarios locales y de los productores/as a pequeña escala, deja la agroecología fuera de las recomendaciones para la transformación de los sistemas alimentarios.
Asimismo, FIAN Internacional critica que el informe SOFI haya puesto el foco en hacer que la comida saludable sea más asequible, a través herramientas que mejoren la eficiencia a lo largo de toda la cadena de suministros y mediante soluciones técnicas como la biofortificación. Este punto de vista deja de lado la urgente necesidad de abordar las desigualdades subyacentes y la pobreza que obstaculizan el acceso de las personas a una alimentación saludable. El informe, además, aplica la lente de los sistemas alimentarios corporativos al definir los alimentos como una simple mercancía y a los consumidores como “compradores”. Por ende, la discusión deja completamente fuera a las comunidades productoras a pequeña escala y rurales, si bien se encuentran entre los grupos más afectados por el hambre y la malnutrición.
El Informe sobre Estado del Derecho a la Alimentación y la Nutrición destapa lo que el SOFI ignora en su informe
En contraposición, el Informe de 2021 sobre el Estado del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición, publicado por la Red Mundial por el Derecho a la Alimentación y a la Nutrición (RMDHANA) deja al descubierto las causas estructurales del hambre y la malnutrición, a menudo invisibles en los informes de foco estadístico SOFI.
El informe de la RMDHANA, publicado el 20 de julio, hace hincapié en la resistencia que los sistemas alimentarios campesinos, locales y basados en la agroecología han demostrado ante la crisis del Covid-19, encontrando innovadoras maneras de confrontarla. Esto sucede a pesar de la clara respuesta hacia sistemas alimentarios corporativos por la que han optado muchos gobiernos durante la pandemia.
“La pandemia ha puesto al descubierto la discriminación estructural en la que se sustentan nuestras sociedades y que hace a las personas vulnerables al hambre y a la malnutrición. Asimismo, ha desvelado las diferentes capas de vulnerabilidad que surgen como consecuencia de un sistema alimentario industrializado mundial, pero también ha demostrado la fuerte resiliencia de los sistemas alimentarios locales y de los productores/as a pequeña escala en tiempos de crisis”, declara el informe.
Asimismo, el informe urge a las personas a “no olvidar que el hambre y la malnutrición ya existían antes de la crisis y han estado en permanente aumento durante años”. Para poder hacer frente a estos problemas, resulta imprescindible que se aborden primeramente la discriminación estructural, las desigualdades y las exclusiones.
La conclusión del informe es clara: “No volveremos a la ‘normalidad’ – lo que necesitamos es cambio radical de dirección”.
Leer el Informe de 2021 sobre el Estado del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición