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Movilizándose contra la captura corporativa de la alimentación y de las políticas

La falta de progreso para poner fin al hambre y a la malnutrición en el mundo para 2030 ha llevado al secretario general de la ONU, António Guterres, a congregar hoy la Cumbre de Sistemas Alimentarios en Nueva York.

La cumbre, inicialmente presentada como una oportunidad para abordar nuevas medidas en la transformación de los sistemas de producción, consumo y entendimiento de la alimentación, se ha dejado ver, tras dos años de preparación y tras la pre-cumbre del pasado mes de julio, como un proceso controlado por los intereses corporativos. El papel prominente que se ha dado a las plataformas lideradas por corporaciones, como el Foro Económico Mundial, sumado a la opacidad de los procedimientos de toma de decisiones ha llevado a muchos a describir este proceso como una privatización de la toma de decisiones.

Debilitamiento de la democracia y de la autodeterminación

Esta decisión de favorecer al sector privado ancla sus raíces en la creencia de que las grandes industrias agrícolas son imprescindibles para la producción de alimentos y en la idea de que estas hacen un mejor trabajo que los gobiernos y que la sociedad civil en la creación de políticas para nuestros sistemas de alimentación. Esta creencia permite a las corporaciones ampliar su control sobre la tierra, el agua y la pesca, la monopolización del comercio de semillas y el uso intensivo de pesticidas y fertilizantes químicos, sin tener que rendir cuentas por el daño directo causado por sus actividades.

La Cumbre de los Sistemas Alimentarios supone una vuelta atrás hacia un multilateralismo que pone en riesgo la democracia y la autodeterminación. Asimismo, el evento amenaza las principales instituciones internacionales y los prolongados esfuerzos para democratizar las discusiones mundiales de políticas alimentarias; y relega los derechos humanos al final de la cola, excluye las voces de las personas que producen la mayoría de los alimentos del mundo y que, a su vez, son quienes más sufren el hambre. La Cumbre fracasa en su intento por solventar los principales problemas mundiales, incluyendo el aumento del hambre, la crisis climática y el COVID-19, e ignora el daño causado por la industria agrícola y la concentración empresarial en los sistemas alimentarios.

De la misma forma, el evento es una peligrosa distracción. Esa cumbre reduce el foco de las discusiones sobre alimentación a pseudo soluciones en torno a las finanzas, la tecnología y la innovación, que no hacen si no exacerbar la inseguridad alimentaria y las desigualdades.

Rechazo a la captura corporativa

Las personas expertas en derechos humanos dentro de la ONU han subrayado los procesos extremadamente críticos de la cumbre – que han dejado fuera al Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) – y han comparado la excesiva influencia de las corporaciones con “invitar al lobo a entrar en el gallinero”. El CSA es una de las agencias más inclusivas de la ONU y con un enfoque basado en los derechos humanos, con cientos de representantes de comunidades de pequeños/as productores/as, comunidades pesqueras, indígenas y grupos de la sociedad civil.

Más de 500 grupos de la sociedad civil – miembros de la Respuesta autónoma de los pueblos a la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios – se han reunido esta semana para poner en cuestión el enfoque de la cumbre y protestar contra la captura corporativa de la alimentación, siguiendo las contra movilizaciones que arrancaron con la pre-cumbre de julio y que reunieron a más de 9000 personas en todo el mundo.

Una vez que la Cumbre finalice, se ha previsto aumentar el dominio corporativo e ignorar al CSA con la creación de un “centro de coordinación” en Roma que se encargue de dar seguimiento a las conclusiones derivadas de la cumbre. Esto equivaldrá al desmantelamiento de una parte crucial de la legitimidad de la ONU, con potenciales y desastrosas consecuencias para las comunidades de base y las comunidades campesinas de todo el mundo, que serán dejadas de lado.

A su vez, las llamadas coaliciones de acción resultantes de la cumbre tendrán influencia directa en la definición de las prioridades nacionales para la transformación de los sistemas alimentarios. Estas coaliciones, opacas y semi privadas, probablemente fomentarán aún más el poder corporativo y las falsas soluciones.

Las corporaciones transnacionales se encuentran en un claro conflicto de intereses en lo que respecta a impedir el acaparamiento de tierras, la malnutrición, la evasión fiscal y el uso excesivo de pesticidas – así como en el apoyo a acciones que se alejen de la agricultura intensiva y aboguen por una agricultura socialmente igualitaria, resistente y sostenible. Estas corporaciones han de rendir cuentas frente a sus inversores y se ven impulsadas a priorizar los beneficios por encima de la protección del bien común.

Pero la alimentación es un bien común y su acceso un derecho fundamental.

Resulta imprescindible que los gobiernos tengan esto en mente e impugnen los intentos de expansión del control y la influencia corporativa sobre los sistemas de alimentación y la toma de decisiones. Estas instituciones han de proteger los mecanismos de los derechos humanos como el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, del que forman parte las comunidades de pequeños/as granjeros/as, comunidades campesinas, pesqueras, pastorales y comunidades indígenas que son, a su vez, aquellas encargadas de alimentar a la mayor parte de la población mundial.

Cualquier cosa por debajo de esto significaría el abandono de la responsabilidad más básica, la de proteger los derechos fundamentales.

Para más información al respecto, puedes leer:

Extractos del artículo publicado por Project Syndicate titulado: La captura corporativa de la Cumbre de los Sistemas Alimentarios de la ONU

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