¿En verdad podemos escoger lo que comemos?
La respuesta es sí y no. Por un lado, el contexto político influye en cada comida que consumimos. Cientos de decisiones producto de políticas alimentarias influyen constantemente en nuestras vidas. También nuestra cultura, las autoridades locales, leyes nacionales e internacionales, o la publicidad agresiva, nos condicionan cuando se trata de comer. Sin embargo, detrás de la creciente influencia sobre nuestras dietas hay grandes corporaciones, que determinan cada vez más lo que está en nuestros platos. Sin darnos cuenta, podemos priorizar los alimentos procesados y fortificados en lugar de las verduras y frutas frescas. ¿Te has preguntado alguna vez por qué?
Por otro lado, podemos intentar de forma proactiva entender el mundo que nos rodea, el entorno del que dependemos y en el que actuamos. No solo podemos conscientemente tomar mejores decisiones cuando se trata de alimentos, también podemos ser políticamente activos de una manera que contribuya a la protección de la naturaleza y los derechos humanos de todas las personas. Esto nos lleva a la siguiente pregunta.