Francia y España deben regular sus empresas mineras en Senegal

Las autoridades senegalesas han desposeído a cientos de agricultores en el oeste de Senegal para dar paso a la minería de fosfatos y extracción de minerales por parte de la empresa hispano-senegalesa SEPHOS y la compañía franco-senegalesa Grande Côte Opérations (GCO).

Estas empresas – y las autoridades que les otorgaron permisos para extraer fosfatos, circón, ilmenita y otros minerales – han violado los derechos humanos de las comunidades locales en Koudiadiène, Lam-Lam, Pambal así como en Diogo y áreas circundantes, incluyendo el derecho a una alimentación y nutrición adecuadas, el derecho a la tierra, el derecho a un ambiente saludable, limpio y sostenible, el derecho a la salud y el derecho al agua, según un nuevo informe de FIAN International.

Aunque la mayoría de las comunidades en el Senegal rural tienen acceso a la tierra según derechos consuetudinarios tradicionales, en lugar de títulos formales de propiedad, el informe destaca una falta de reconocimiento legal de esta práctica. Esto deja a los campesinos y comunidades rurales desprotegidos cuando las autoridades otorgan concesiones mineras a empresas nacionales o extranjeras.

«Koudiadiène está en la reserva de minería de fosfatos. Este material está bajo nuestros pies y si el estado lo necesita, la población tendrá que mudarse,» lamentó un miembro de la comunidad de Koudiadiène.

Además, el nivel de compensación ofrecido por la pérdida de tierra ha sido irrisorio o inexistente, empujando a muchas personas afectadas hacia la pobreza extrema.

«Antes, estábamos cómodos y teníamos suficiente para comer. Las mujeres ayudaban con las tareas agrícolas. Los ingresos de las cosechas nos permitían comer bien y cubrir todos nuestros otros gastos. Desde que nos quitaron nuestro campo, no trabajo y me quedo en casa,» dijo Ndeye Ndiaye, una víctima del acaparamiento de tierras de Diogo.

«Mis hijos no tienen suficiente para comer. A menudo les pido dinero a los vecinos para pagar la atención médica de los niños. Estamos cansados. Necesitamos ayuda,» añadió.

Las comunidades afectadas no fueron informadas sobre las operaciones mineras con anticipación, a pesar del impacto devastador que ha tenido desde entonces en sus cultivos y salud.

«Los campesinos ni siquiera son notificados a tiempo de la intervención de las máquinas en sus campos… miembros de la comunidad con campos cerca de la mina han perdido todo debido al polvo que se asienta en sus cultivos,» explicó Armand Gondet Dione, un defensor de derechos humanos de Pambal.

«Los campos se han vuelto inadecuados para el cultivo. Los árboles se han secado y muerto antes de que pudieran siquiera ser inventariados. Las áreas de pastoreo están desapareciendo, la flora y fauna están muriendo, la sequía y la erosión están empeorando.»

Tanto SEPHOS, que se dedica a la minería de fosfatos, como GCO, que extrae circón, ilmenita, rutilo y leucoxeno, tienen empresas matrices o activos principales respectivamente en España y Francia.

Mientras que Senegal claramente ha violado sus obligaciones bajo el derecho internacional de derechos humanos y las leyes nacionales, España y Francia también están obligados según el derecho internacional de derechos humanos a tomar medidas para asegurar que las empresas mineras con sede en su territorio no socaven el derecho a la alimentación y otros derechos relacionados en Senegal. Esta obligación también requiere que los estados sancionen a estos actores en caso de abuso, y proporcionen recursos a los afectados por estas empresas, especialmente a través de sus tribunales nacionales y remedios adecuados.

España y Francia deben asumir la responsabilidad por las vidas destruidas por sus empresas y tomar acción sin demora.

Para más información, favor contactar a Valentin Hategekimana hategekimana@fian.org o Tom Sullivan sullivan@fian.org

Es momento de exigir responsabilidades a las corporaciones por los crímenes cometidos contra los derechos humanos y el medioambiente

FIAN internacional se solidariza con cientos de movimientos sociales y grupos de sociedad civil de todo el mundo en un llamado a la aprobación de un tratado vinculante que cuente con la suficiente capacidad para proteger a las comunidades campesinas, pequeños grupos de agricultores/as, indígenas y comunidades que no cuentan con los recursos necesarios para defender sus vidas, salud y subsistencia frente a la amenaza corporativa.

“Existen demasiadas lagunas en la legislación internacional que permiten la impunidad de las corporaciones y que contribuyen o tienen un serio impacto sobre los derechos humanos. Tras siete años de conversaciones, los gobiernos han de permanecer firmes del lado de las comunidades afectadas y hacer avanzar estas negociaciones, teniendo en cuenta la urgente necesidad de soluciones a nivel global”, ha dicho la representante permanente de FIAN Internacional en la ONU Ana María Suarez Franco.

No existe actualmente ningún marco legal vinculante global que regule las actividades y la cadena de valor de las compañías transnacionales de minería, agroindustria y otros negocios con un atroz historial de abusos contra los derechos humanos. Esto resulta parcialmente problemático en los países ricos del hemisferio sur que cuentan con la protección legal más débil. En estos casos, las compañías se permiten argumentar que no están rompiendo ninguna legislación local o internacional cuando fuerzan a las comunidades a salir de sus tierras, contaminan el aire de sus entornos e incluso ocasionan la pérdida de vidas.

Directrices voluntarias como los Principios Rectores de la ONU sobre derechos humanos y empresas o legislaciones nacionales como la ley francesa sobre el deber de vigilancia de las corporaciones transnacionales no son suficiente para proteger a las comunidades y el medioambiente frente a las corporaciones sin escrúpulos. Como han demostrado recientes casos destacados como el desplazamiento masivo de las comunidades de Uganda por el gigante petrolero francés Total, el desastre de la presa Brumadinho en Brasil y el acaparamiento de tierras llevado a cabo por POSCO en India, resulta imprescindible el establecimiento de un robusto paquete de reglas vinculantes que garantice los derechos humanos de las personas y los priorice frente a los intereses económicos.

“El establecimiento de un tratado internacional para las corporaciones transnacionales y otras empresas de negocios resulta imprescindible para gobernar las actuales economías globalizadas”, ha dicho Ana María Suarez Franco. “Un marco legal igualitario resolverá las lagunas en asuntos de protección, permitiendo a las personas un mejor acceso a la justicia y exigiendo a las compañías responsabilidades por el impacto de sus acciones sobre los derechos humanos y el medioambiente”, ha añadido.

Tras el fracasado intento por frenar el creciente poder de la agroindustria de la Cumbre de la ONU sobre los Sistemas Alimentarios del mes pasado en Roma, resulta más importante que nunca aprovechar esta oportunidad frente a la ONU en Ginebra entre el 25 y el 29 de octubre.

No ha de permitirse que los intereses corporativos, o los intentos de los estados por defender a estos a expensas de las personas, secuestren el Grupo de Trabajo Intergubernamental de composición abierta por un tratado vinculante para las empresas transnacionales y otras empresas comerciales con respecto a los derechos humanos (GTA), como ya ha sucedido en el pasado con iniciativas similares.

Esto supondría la pérdida de una gran oportunidad para las comunidades en la lucha contra los abusos a los derechos humanos en todo el mundo y dentro del sistema de la ONU.

La Transición hacia sistemas alimentarios libres de pesticidas: Las luchas y la imaginación de los pueblos

Los pesticidas están provocando una catástrofe mundial de derechos humanos y medioambiental.
Se estima que son responsables de unas 200 000 muertes por intoxicación
aguda cada año. La exposición a largo plazo puede llevar a diagnósticos crónicos
como cáncer, defectos de nacimiento y daños reproductivos, y anomalías en los sistemas
neurológico, de desarrollo e inmunológico. La escorrentía de los pesticidas aplicados
a los cultivos contamina con frecuencia el ecosistema circundante y más allá,
con consecuencias ecológicas nocivas que exacerban la pérdida de biodiversidad. Los
pesticidas también pueden dañar la biodiversidad de los suelos, lo que puede acarrear
grandes descensos del rendimiento de los cultivos, y plantear con ello problemas
para la seguridad alimentaria.

El estudio de FIAN investiga cómo están realizando los países la transición hacia la
agroecología y sistemas alimentarios libres de pesticidas. A través del examen de los
casos de la India, el Brasil, la Argentina, Francia, España, Italia y los Estados Unidos
(EE.UU.), el estudio de FIAN proporciona un diagnóstico claro de los problemas de derechos
humanos y medioambientales derivados de los pesticidas. Al fundamentar su
análisis en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos
y de otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales, FIAN identifica claramente
las oportunidades y los puntos fuertes que ofrece el marco de derechos humanos en
lo que respecta a la transición hacia el abandono de los agrotóxicos. Al final, el trabajo
de FIAN proporciona los cimientos para que los movimientos de base, los gobiernos
locales y estatales y la comunidad internacional creen sociedades libres de pesticidas
que puedan defender el derecho a un medio ambiente libre de sustancias tóxicas para
todas las personas.

Ver el estudio LA TRANSICIÓN HACIA SISTEMAS ALIMENTARIOS LIBRES DE PESTICIDAS: LAS LUCHAS Y LA IMAGINACIÓN DE LOS PUEBLOS